El viaje en remís fue bastante agradable. El conductor no habló en gran parte del trayecto, y lo hizo en su justa medida hasta que nos entusiasmamos conversando, entre otras cosas de las diferencias en los precios de los combustibles. Así, casi sin darnos cuenta, llegamos a la dirección indicada. No se veía ningún letrero o cartel que acusara la existencia de un hostel, pero pensamos que estaba dentro de lo probable. Sacamos las mochilas del remís y este se alejó.
Se notaba que era una puerta que daba a una escalera al segundo piso, eso era casi obvio pues en el primer piso había una verdulería. Tocamos el timbre, y después de un rato aparece una muchacha de pelo claro, la cual con acento norteamericano nos dice que esta es una casa de familia. Confundidos, recorrimos una cuadra hacia arriba y otra hacia abajo, preguntando a quien veíamos por el dichoso hostel, y nadie parecía recordarlo (esto ya sonaba a Dimensión Desconocida). Como no teníamos pesos argentinos recurrimos a un cibercafé donde nos cambiaron un dólar, lo que nos permitió navegar y corroborar la dirección y el número telefónico del hostel. Y luego llamar por teléfono al hostel y terminar hablando con la misma muchacha quien me informó que hacía un par de semanas que el hostel ya no existía (definitivamente esto era Dimensión Desconocida).
Dado que no apareció Marcelo Tinelli desde dentro de la verdulería diciendo que esto era una joda para VideoMatch, tuvimos que asumir la realidad. El hostel donde reservamos había dejado de existir y ni siquiera habían tenido la deferencia de informarnos el acontecimiento. Afortunadamente Sole tenía los datos de otro hostel cercano, así que partimos, mochila al hombro, en busca de un lugar donde dormir.
El hostel donde llegamos se llama Casa Fitz Roy y tiene un ambiente bien cosmopolita. El encargado (no se si era el dueño) nos dijo que estaba todo copado, pues el fin de semana tocaba Roger Waters en Buenos Aires, pero nos dijo que estábamos de suerte, pues le habían cancelado un par de reservas en una pieza compartida justo para esa noche. No me hacía mucha gracia lo de pieza compartida, pero para poder dedicarnos a buscar otro lugar para el resto de los días, necesitábamos tener un lugar fijo al menos para esa noche, así que aceptamos, dejamos nuestro equipaje confiados en los buenos modales de los otros pasajeros y partimos al centro a cambiar dólares y a almorzar.